La memoria en las piedras del Cerro Colorado

Cerro Colorado se encuentra a 160 kilómetros de Córdoba capital y se accede por ruta nacional 9 norte, hasta la localidad de Santa Elena, y desde allí se debe continuar por ruta provincial 21.

El paisaje natural de Cerro Colorado, cuyo nombre se inspiró en el color de la piedra arenisca color rojiza, fue el escenario en el cual los comechingones y sanavirones forjaron su trascendencia, elaboraron sus mitos y vivieron.

Los aborígenes plasmaron su cultura en las rocas con dibujos que son un legado histórico donde testimonian sus formas de vida y el inicio de la extinción de los nativos originales.

Sobre los aleros de los cerros se mantienen pinturas rupestres, algunas con más de mil años de antigüedad. Son 350 aleros entre los cuales se encuentran unas 35 mil pictografías de alto valor artístico, entre las que se destacan las figuras de animales de la región: guanacos, llamas, pumas, aguiluchos, víboras, iguanas, libélulas; unos dibujados de manera simple y otros, con mayor desarrollo, conforme a la evolución de esas culturas.

También hay figuras humanas (representadas en forma de guerreros y hechiceros) y otras de formas geométricas. En esos trazos aparece el crudo relato del brutal impacto del encuentro con los primeros colonizadores.

Museo Arqueológico. Es el punto de partida de las visitas guiadas a aleros con pictografías de los cerros Inti Huasi y Colorado.

Museo Atahualpa Yupanqui. Está instalado en la que fuera morada del famoso músico y poeta, en el paraje conocido como Agua Escondida. Allí el famoso artista se inspiró para desarrollar gran parte de su producción. Se expone una recopilación de objetos de manera permanente.

Para quienes visitan la zona se recomienda visitar Caminiaga, población distante 17 kilómetros de Cerro Colorado. Tuvo su origen en asentamientos precolombinos, de las comunidades de los “caminegues”.

A la llegada de los españoles, la creación de una estancia fue la génesis de Caminiaga como polo de desarrollo en el norte de Córdoba.

El pequeño pueblo cuenta con una capilla histórica, un oratorio a cielo abierto y un antiguo solar patrimonial y que inspiró al pintor Fernando Fader para su obra Solcito en Caminiaga.