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Vacaciones flotantes, otra buena opción

Embarcarse, literalmente, en un crucero tiene su encanto. Vacacionar en medio del mar es una experiencia multifacética que no hay que descartar a la ligera.

Las vacaciones son también una gran oportunidad para dejarse sorprender. Es un tiempo ideal para desafiarse a uno mismo y comprobar cuán lejos se puede llegar. Experimentar cosas diferentes es acaso una de las mejores maneras de abrir la mente, inspirarse y enriquecerse. Y eso mismo aplica a las nuevas formas de vacacionar.

Con viento a favor, los viajes en crucero están ganando terreno respecto de las vacaciones tradicionales y cada vez son más los turistas que van en busca de nuevas experiencias para descansar.

Lejos de reemplazar una modalidad por otra, las vacaciones en alta mar representan también una ocasión para descubrir nuevas prácticas. Y aunque las razones para zarpar son muchas, de primera hay que reconocer que vacacionar en un crucero responde a las más básicas exigencias de un viajero: más de un destino para conocer, entretenimiento, alojamiento, comida, confort, sol y playa.

DATOS ÚTILES. Información útil para abordar un crucero.

Si a eso se le suma la facilidad para viajar, con el combo de traslados, alojamientos y estadía resuelto, y la chance de visitar varios destinos, pero realizando un solo viaje, definitivamente un crucero es otra buena opción.

Todo y más, en un solo lugar

Por primera, o al menos una única vez, hay que subirse a un barco. Con todo el mar de frente y el horizonte al que parece no llegar nunca, la experiencia de viajar en un crucero es única.

A bordo del Seaview, el buque insignia y el más grande hasta ahora de la compañía italiana MSC Cruceros, la travesía se vuelve más que placentera. La primera sorpresa (para los principiantes) es encontrarse cara a cara con un buque de casi cuatro cuadras de largo y 72 metros de alto, es decir, una verdadera ciudad flotando en el agua. No alcanza un primer vistazo para que entre completo en la retina. Mejor es hacer una panorámica, primero de abajo hacia arriba y luego desde la proa a la popa, pasando lentamente por todos los recovecos y pisos, balcones y botes salvavidas mediante.

 
 
 
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Lo que sigue es todo asombro. Subiendo una escalerilla se accede directamente a la enorme mole. Adentro todo es lujo, elegancia y ostentación pero tangible y usable, lo que derriba de entrada uno de los mitos más enraizados de este tipo de vacaciones: que es sólo para los más adinerados.

Este barco de la naviera, uno de los 17 que componen su flota, tiene capacidad para casi 5.500 pasajeros y cuenta con una tripulación de 1.482 personas. Tiene 20 pisos, cuatro piscinas, un parque acuático, un teatro, un casino, una treintena de bares y restaurantes y el Yacht Club, una exclusiva área que combina lujosas instalaciones con una atención de primer nivel que incluye mayordomos.

Es imposible aburrirse en un crucero. Además de que casi nunca, por más largo que sea el viaje, se termina de conocer cada uno de sus rincones, a bordo hay una increíble variedad de actividades. Ciertamente es una ciudad flotante y, como tal, hay un mundo entero que explorar. Desde instalaciones deportivas, centros de estética y relajación, teatro, espectáculos en vivo, noches de baile, videojuegos, cine 4D, hasta la mejor gastronomía de todo el mundo en los restaurantes temáticos y una tirolesa en pleno andar.

A todo eso hay que sumarle las recaladas. A bordo de un crucero, se pueden explorar todos los destinos donde va haciendo escala el navío, viviendo la aventura por cuenta propia o con los guías locales con orientación personalizada. De esa manera, se pueden visitar varios lugares con la comodidad de un solo destino. Dormirse en una ciudad y al día siguiente despertarse en otra es quizá la verdadera magia que sólo se logra con esta forma de viajar.

Y si de momentos mágicos se trata, vacacionar en un crucero es ideal para todas las edades. Desde los más pequeños hasta el histórico crucerista de tercera edad, todos tienen lugar en un barco, con propuestas exclusivas y pensadas para cada segmento y en las que todos disfrutan por igual.

Así las cosas, el mar se divide en dos: los que probaron la propuesta del crucero y prometen volver algún día, y los que a partir de mañana se bautizarán cruceristas para siempre.