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El hombre que sabía demasiado

Jemaa el Fna, la plaza principal de Marruecos, un compendio de excentricidades, fue declarada Patrimonio Oral e Intangible de la Humanidad por la Unesco en 2001.
Jemaa el Fna, la plaza principal de Marruecos, un compendio de excentricidades, fue declarada Patrimonio Oral e Intangible de la Humanidad por la Unesco en 2001.

Es el título de una película de Alfred Hitchcock, que el genial director rodó en Marruecos, con la plaza Jemaa el Fna como escenario. Allí, donde abundan los hammam y las excentricidades, es posible darse cuenta de por qué el padre del misterio la eligió.

Conocer Marruecos es, de por sí, una experiencia inolvidable. Si a ese viaje se le suma la visita a un hammam, la experiencia ya se convierte en un capital de vida. El origen de los hammam se remonta a la antigüedad greco-romana, con los baños públicos griegos y las termas romanas.

“Para el Islam, el agua tiene un significado muy importante, de sabiduría profunda y pureza, es para nosotros la bebida que apaga la sed del alma. Por eso el hammam es un paso obligado en los grandes acontecimientos de la vida: nacimiento, circuncisión y matrimonio”, comenta Driss, el propietario, un marroquí devoto del Corán.

Y, particularmente en Marruecos, el hammam constituye un fenómeno social relevante. En ellos puede verse a representantes de todas las clases sociales, es un espacio de peregrinación para pasar momentos de ocio y, a lo largo de la historia, en su seno se han generado importantes focos de discusión social.

En cuanto a lo estético, las construcciones son imponentes, en este caso rojizas por el color de la tierra, con arcos ojivales por doquier y vivos azulejos.

Habitualmente están compuestos de tres o cuatro habitaciones; la primera a temperatura ambiente, la segunda un poco más caliente y así hasta llegar a la principal, en la cual debido al calor, el vapor y el jabón especial, los poros comienzan a dilatarse, permitiendo una limpieza de la piel en profundidad.

El hombre sabio. El viejo tiene más arrugas que historias para contar. De repente, me clava la vista y comienza a caminar hacia mí con una especie de guante en la mano. Yo, sentado en el piso y completamente desnudo, lo contemplo, entregado.

Se para frente a mí, levanta un balde con agua caliente y me lo tira encima. ¡Está que pela!

Si habla árabe, no lo sé, porque lo único que hace son señas. La primera es para que me recueste, la segunda es para avisarme que va a empezar por el pecho. Sus brazos tiemblan por los años acumulados. Ahí es cuando veo lo que tiene en la mano, un kassa, un guante de cerda de color negro. Con la otra mano el viejo agarra el beldi, un jabón negro hecho de aceite de oliva, con propiedades exfoliantes; se acuclilla sobre mí, que cierro los ojos, y empieza con el ritual.

Estamos en un hammam, un auténtico sauna marroquí. Digo “estamos” porque, por suerte, me acompañan los hermanos Hans y Karl Schlereth, dos robustos malayos que conocí horas antes en un hostal de Marruecos. Hans es más valiente, pero lo acaban de dejar planchado en el piso, boca abajo y sin un par de capas de piel. Karl es el más conservador, desconfía, se baña solo, con un baldecito de agua y mira la escena de reojo.

¿Quién dijo que en Marruecos hacía calor? Hace unos días que llueve y el viento es helado. El invierno acá también es bravo. Para colmo, cuando uno cruza la plaza Jemaa el Fna y levanta la vista, puede ver los picos nevados de la cordillera del Atlas. El frío también entra por los ojos.

La plaza interminable. Jemaa el Fna fue declarada Patrimonio Oral e Intangible de la Humanidad en 2001. Atravesarla significa esquivar miles y miles de almas, vendedores; encantadores de serpientes; contadores de cuentos; maestros dando su lección; dentistas al aire libre; acróbatas; escritores de cartas, y, cuando cae la noche, cientos de puestos de comida barata.

Este abanico de excentricidades para la perspectiva occidental, fue probablemente lo que condujo a Alfred Hitchcock a rodar allí mismo escenas de El hombre que sabía demasiado.

Y en Jemaa el Fna, por supuesto, también hay decenas de hammam.

La curiosidad había ido creciendo en nosotros hasta tomar la forma de una insistente criatura que, finalmente, terminó por empujarnos a patadas hacia las profundidades del ejemplar más económico que vimos. Claro que yo no tenía mucho miedo, los hermanos Schlereth son gigantes.

Datos

Nombre oficial: Marruecos.

Capital: Rabat.

Gobierno: Monarquía.

Población: 33,3 millones de habitantes.

Superficie: 446.550 kilómetros cuadrados.

Idioma: árabe (oficial), francés y español.

Moneda: dirham marroquí (MAD). Un dólar equivale a 7,50 MAD.

Lo que hay que saber

Cómo llegar. A Marruecos se puede ir en ferry, desde España. Hay muchas compañías y tarifas, pero las principales salen diariamente desde Algeciras con destino a Tánger. Las tarifas rondan los 50 euros.

Por vía aérea, se puede llegar económicamente con Ryan Air o Easyjet. Un ticket Madrid - Marruecos comprado hoy para viajar en febrero, en Ryan Air, cuesta 35 euros. Y Marruecos cuenta con un buen sistema de trenes, que económicamente une las principales ciudades en pocas horas.