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Con el abrazo de tres volcanes

Fundada como Santiago de los Caballeros, fue capital hasta 1773. Perdió el nombre y rango y fue devastada por torrentes de lodo.

Los armoniosos rostros del capitán don Pedro de Alvarado y de su mujer, doña Beatriz de la Cueva, en sendos retratos recreados, presiden, desde el frontis del gran hogar a leña, el salón principal del Porta Hotel Antigua.

El hidalgo español y su esposa cobran vida a través de los relatos de Maximiliano Sigui, el guía del Instituto Guatemalteco de Turismo (Inguat), quien así aborda la historia: “en 1524 llegó el capitán a estos territorios luego de haber conquistado varias provincias y, tanto él como su comitiva, quedaron admirados del lugar al que llamó Santiago de los Caballeros”.

Hoy, como hace más de 400 años, los contornos de los volcanes de Agua, de Fuego y Acatenango se yerguen en el horizonte del pródigo valle que sedujo a los españoles hasta que, en 1541, el volcán de Agua demostró la superioridad de la naturaleza y devastó la entonces aldea, bajo un torrente de lodo y piedras.

Desparejas calles empedradas atraviesan como venas vitales, el casco histórico que tiene 10 cuadras de largo y 10 de ancho, en la ciudad colonial que fue inaugurada en 1543.

Esas tierras, custodiadas en el oriente por el cerro La Candelaria, mal llamado de La Cruz, se repartió en cuarterones durante la colonización, y aún hoy, resguarda la atmósfera y fisonomía de aquellos tiempos, lo que le valió que en 1979  la Unesco la declarara Patrimonio de la Humanidad.

Viejos faroles, balcones y portales retrotraen a tiempos del imperio hispano y recorrerlos es un placentero viaje al pasado en el que a nadie sorprendería cruzarse con damas de miriñaque y caballeros de levita y galera. Su encanto trascendió fronteras y un ambiente cosmopolita bulle en calles, hoteles, restaurantes y museos.

La atracción como fenómeno se refuerza al contar con numerosas escuelas de español a las que llegan jóvenes estadounidenses y europeos que aportan una deliciosa cuota de informalidad a la solemne ciudad. Esa tendencia es abonada también por la Universidad San Carlos Borromeo, creada en 1676, la cuarta de América, y la única de carácter público de Guatemala que concentra una importante población universitaria.

Los contrastes se suceden: “gringos” rubios con smartphons (teléfonos inteligentes), notebooks y otras varias tecnologías de última generación, se cruzan por las coloniales calles con aborígenes cuyas cabezas casi tocan las aceras por el peso de la carga que, como antaño, llevan sobre las espaldas.

Como en el resto de América, varias órdenes religiosas llegaron con los colonizadores para evangelizar a los nativos. Esos templos son patrimonio histórico y arquitectónico y la recorrida puede comenzar en Santo Domingo, el primer convento de Antigua.

Ubicado en la 3ª Calle Oriente, comúnmente llamada Santo Domingo, la colosal construcción acapara la atención. Data de 1551 y en 1773 un gran terremoto le asestó graves daños que determinaron su abandono.

En 1998 se convirtió en Hotel y Centro Cultural Casa Santo Domingo y recobró su original esplendor.

El portal principal es un salvoconducto a tiempos de la colonia que encuentra su desahogo en frescos patios plenos de vegetación y alegrados por coloridos guacamayos, fiel a la usanza guatemalteca. Numerosas ruinas son conservadas como testimonios arqueológicos y comparten el espacio con el hotel colonial que ofrece servicios del siglo 21.

Museos. El antiguo monasterio acoge hoy seis museos: el de Arte Colonial, el de Arte Precolombino y Vidrio Moderno, el Arqueológico, de Artesanías y Cocina, el de la Farmacia y el de Arte Contemporáneo.

A un costado del área principal de lo que fuera altar mayor de la iglesia, se levanta el Museo de Arte Colonial con una colección de objetos principalmente de los siglos XVII y XVIII. La amplitud del lugar deja librada a la inventiva del visitante  la grandeza del templo, que ya no tiene techo, aunque una imponente ambientación conduce a la valiosa imaginería religiosa.

Seguidamente, el Museo de Arte Precolombino y Vidrio Moderno recorre numerosas obras mayas.

A continuación, el Museo Arqueológico expone aproximadamente 50 muestras en cerámica y piedra. De ellas, sobresalen vasijas, incensarios y objetos ceremoniales.

El Museo de Artesanías y Cocina, seduce con la colorida decoración de elementos de hojalatería y cerámica doméstica y el de la Farmacia, con utensilios y mobiliario de la Farmacia Oriental de la Ciudad de Guatemala con botámenes y elementos réplicas, de los utilizados en las boticas del siglo 17.

Cierra el recorrido el Museo de Arte Contemporáneo que ocupa un amplio volumen. Intervenciones en paredes, unas blancas y otras negras que logran  el equilibrio del espacio y evitan la opresión del profuso patrimonio. Se exponen allí colecciones de grabados antiguos, pinturas y fotografías y de manera frecuente se hacen exposiciones de pintura.

Antigua es para caminarla sin apuros, para dejarse llevar por impulsos, entrar a los agradables rincones que venden artesanías y degustar sus sabores típicos.

Y cuando el día se aquieta en las penumbras, nada mejor que disfrutar de lo vivido, trago de por medio, en el antiguo convento hoy Hotel Santo Domingo, en el romántico ambiente que generan las velas iluminadas y la música de las marimbas.

El golf en La Reunión

A 18 kilómetros de Antigua Guatemala, en el municipio de San Juan de Alatenango Sacatepéquez, se encuentra La Reunión, desarrollo inmobiliario, social y turístico.

En su etapa inicial abarca 430 terrenos, 200 villas residenciales de descanso, un hotel de 26 suites cinco estrellas, una casa club para condominios y un campo de golf de nivel internacional: Fuego
Maya.

Buen gusto, armonía con el paisaje y servicios de primer nivel  son el común denominador.

Fuego Maya es el campo de golf de La Reunión y está en la convergencia de los volcanes Fuego, Agua, Acatenango y Pacaya. Es de 18 hoyos  y fue diseñado por el famoso arquitecto Pete Dye en codiseño con su hijo.

Los días luminosos se observa la costa del Pacífico y la paz circundante si bien no asegura el triunfo de la competencia, sí se compromete a jornadas inolvidables en esa magnífica naturaleza.