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Bajo el sol de Bahía

(Fotomontaje de Javier Candellero).
(Fotomontaje de Javier Candellero).

Costa do Sauípe y Salvador de Bahía, dos propuestas diferentes para las vacaciones. La primera es un complejo que se ganó un lugar entre los destinos más requeridos, y la segunda tiene la mística e historia del vestigio colonial más palpable de Sudamérica.

Que Costa do Sauípe no aparezca en ese mapa que aún conserva de las viejas vacaciones en Brasil, no debe extrañarle en absoluto. Para ver el punto exacto en el que se encuentra, tendrá que buscarlo en uno más actualizado o, al menos, en uno posterior a 2000. Ocurre que fue en ese año cuando en la costa oriental de Bahía comenzó a gestarse el centro turístico que año tras año conquista a más argentinos.

El vuelo hace escala en San Pablo y luego sí, por fin, Bahía nos recibe. Afuera del aeropuerto de Salvador, la temperatura trepa los 30º y un transfer aguarda a los próximos huéspedes de Costa do Sauípe. Sólo restan 76 kilómetros hacia el norte para llegar a destino. En el trayecto, unos bocaditos de cocadas nos van poniendo en tema.

Ubicado en el municipio Mata de Sao Joao, Costa do Sauípe es el complejo vacacional más grande de Brasil. En sus 176 hectáreas conviven cinco hoteles que, en total, ofrecen poco más de 1.500 habitaciones con servicio all inclusive.

En los comienzos, estos recintos eran dirigidos por diferentes cadenas internacionales (Sofitel, Marriott, Renaissance y Breezes) pero, desde hace cuatro años y con ánimo de darle una identidad más bahiana a la cosa, responden a una sola administración, ciento por ciento brasileña.

Aunque, sus nuevos apelativos nada tienen que ver con el idioma portugués pero sí con el espíritu de la región. Ahora se denominan Park, Fun, Class, Club (todos cuatro estrellas) y Premium (cinco estrellas). Aquí los huéspedes pueden elegir indistintamente –y por el mismo precio– en cuál de los primeros cuatro desean alojarse.

La principal diferencia entre ellos está dada por la arquitectura y ambientación. Park es el más agreste de todos; Fun hace gala de una impronta juvenil; Class es un poco más sobrio que el resto, y Club se distingue por una variada propuesta deportiva.

En el caso del Premium, el más sofisticado de todos, la experiencia de hospedaje se vuelve más especial aún. A su exquisita decoración hay que sumarle un régimen all inclusive de alto nivel: menos habitaciones (198 cuartos versus los 404 del Park), refinada gastronomía y servicios diferenciados, como música en vivo en las inmediaciones de la piscina, por ejemplo. De ahí que el valor de la estadía en este hotel sea más elevado que en el resto.

El check-in se completa cuando nos colocan la pulserita todo poderosa y a partir de entonces, la típica sonrisa bahiana también se instala en nuestros rostros. El servicio incluye las cuatro comidas diarias y todas las caipirinhas, jugos y cervejas geladas que se deseen.

Ahora, si me permiten un consejo, a modo de tentempié o para cuando cae la tarde, no dejen de probar el auténtico acarajé bahiano, una suerte de pan hecho con frijoles blancos y frito en aceite de palma, relleno con camarones y vatapá (una pasta anaranjada, elaborada con miga de pan, harina de maíz, camarones, castaña de cajú, maní, leche de coco, jengibre, cilantro, tomate, cebolla y aceite de palma). Se trata de una receta del continente negro, introducida en esta región del país a partir de la llegada de los primeros esclavos africanos.

Si bien cada uno se pasea –y se broncea– con esa suerte de pasaporte al paraíso que indica en su muñeca el nombre del hotel en el que se aloja, los huéspedes pueden disfrutar no sólo de las piscinas que se ven desde el balcón de su habitación, sino también de las otras.

Eso sí, a la hora de las comidas hay que sentarse a la mesa del restaurante correspondiente. O reservar una en alguno de los cuatro restaurantes que hay en Vila Nova da Praia, el centro comercial del complejo, que ofrece cuatro gastronomías diferentes: mejicana, japonesa, italiana y la más típica de la región.

Para cuando el sol da paso a la luna, Vila Nova funciona como punto de encuentro. Pensado como una réplica del Pelourinho –a menor escala, por supuesto– aquí se observan construcciones de tipo colonial, muy coloridas, y calles adoquinadas por las que suelen ir y venir los turistas en busca de diversión.

A partir de las 19 y hasta las 2 de la madrugada, en el área central se ofrecen shows musicales en vivo y animaciones de danza para grandes y chicos. También hay bares, coquetas tiendas de ropa, joyas y artesanías. Eso sí, acá tendrá que llevar la billetera porque con la pulserita no alcanza.

Alojamiento y más. Pero ¿qué hay afuera de los hoteles en semejante extensión de tierra? ¡De todo! El complejo fue pergeñado en un paisaje dominado por cocoteros, como un mega crucero de lujo anclado a orillas del océano Atlántico.

Aquí, los huéspedes tienen todo lo que necesitan y más: un campo de golf de 18 hoyos; un circuito ecuestre; un centro náutico para disfrutar todo tipo de deportes acuáticos, incluyendo la práctica de tirolesa que finaliza con los aventureros zambullidos en un lago; 15 canchas de tenis (desde 2001 y hasta el año pasado, Costa do Sauípe fue sede del Abierto de Tenis de Brasil); un completo spa donde someterse a tratamientos de belleza y relax en manos de expertos, y actualmente se está construyendo lo que será Arena Sauípe, un área multiuso para eventos corporativos de 5.700 metros cuadrados donde, en 2014, se realizará el sorteo de las llaves para la Copa del Mundo de fútbol.

Para los chicos de entre 4 y 12 años, está el Sauípe Kids, algo así como otro complejo dentro del complejo, con todo tipo de actividades para los bajitos. Además los chicos también participan de un programa de conciencia ecológica.

Costa do Sauípe está emplazado en un área de protección ambiental que preserva kilómetros de manglares, dunas, ríos, lagunas de agua dulce, cocoteros y ejemplares del bosque atlántico. De ahí que en sus seis kilómetros de playa nativa, los huéspedes sólo disponen de una gran cantidad de reposeras con sombrillas. Aquí no hay bares, paradores, música a todo volumen ni iluminación artificial. ¿La razón? Preservar el ecosistema de uno de los sitios más importantes de Brasil para el desove de las tortugas marinas. (ver Proyecto Tamar).

La conciencia verde también se aplica al transporte y los huéspedes que llegan en sus propios vehículos, deben dejarlos en la playa de estacionamiento hasta el momento de la partida.

Para trasladarse de un lado al otro, el complejo ofrece un servicio de ómnibus gratuito que transita con regularidad todo el circuito. También se pueden solicitar bicicletas o carritos eléctricos, aunque, gracias a la seguridad que prima, la mayoría prefiere hacer los trayectos a pie, sobre todo por la noche cuando la temperatura es agradable.

Si hay algo que reina en el complejo es la tranquilidad. Uno puede zambullirse en el mar o hacer largas caminatas con la firme convicción de que todas sus pertenencias estarán en su lugar cuando regrese a la reposera. De lo único que hay que preocuparse es de llevar siempre protector solar. Por todo lo demás, ¡relájese y goce!

Proyecto Tamar

A unos 27 kilómetros de Costa do Sauípe, en Praia do Forte, los amantes de la naturaleza pueden visitar el Proyecto Tamar e interiorizarse sobre el programa de responsabilidad social que procura proteger a las cinco especies de tortugas marinas que desovan en el país.

Se trata de una fundación compuesta en su mayoría por biólogos marinos que, desde 1980, está abocada a la educación de la comunidad sobre la importancia y el cuidado que requiere la fauna marina en peligro de extinción. Para el deleite de los más chicos, unas cuantas tortugas pasean sus caparazones en piletones al aire libre. Aprendizaje y diversión garantizados.