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Cataratas del Iguazú, un clásico mundial

Panorámico. Desde el lado brasileño se observan casi todos los saltos desde un sendero único. (Gentileza: Mario Rodriguez)
Panorámico. Desde el lado brasileño se observan casi todos los saltos desde un sendero único. (Gentileza: Mario Rodriguez)

Brasil o Argentina: no importa desde qué país se vean, las cataratas son un espectáculo asegurado.

Verdeamarelas o albicelestes, Pelé o Maradona, Neymar o Messi, ni las cataratas, la frontera natural entre Brasil y Argentina, se salvan de las comparaciones y si bien es cierto que la experiencia es distinta de cada lado, lo recomendable es visitar ambos y después, claro, la “discusión” será por cuál visitar primero.

El río Iguazú, agua grande en guaraní, llega a la zona limítrofe con un cauce de hasta un kilómetro y medio; allí, numerosos islotes lo dividen para formar 275 saltos que caen entre 60 y 80 metros para seguir luego con menos de 100 metros de ancho a juntarse con el Paraná en la triple frontera, 17 kilómetros más adelante.

Declaradas una de las siete maravillas naturales del mundo, las cataratas se encuentran en un territorio protegido de alrededor de 250 mil hectáreas de selva paranaense divididas en los parques nacionales de cada país. El 80 por ciento de los torrentes están del lado argentino, mientras que el Parque Nacional do Iguaçu, en Brasil, custodia el 20 por ciento restante.

Experiencia verdeamarela

Las cataratas del lado brasileño están ubicadas a 28 kilómetros de la ciudad de Foz do Iguaçu. Desde el Centro de Visitantes del parque, un autobús traslada a los turistas hasta al comienzo del sendero, frente al Belmond Hotel, único hotel ubicado dentro de la reserva.

Declaradas una de las siete maravillas naturales del mundo, las cataratas se encuentran en un territorio protegido de alrededor de 250 mil hectáreas de selva. (Gentileza: Mario Rodriguez)
Declaradas una de las siete maravillas naturales del mundo, las cataratas se encuentran en un territorio protegido de alrededor de 250 mil hectáreas de selva. (Gentileza: Mario Rodriguez)

El camino único de 1.200 metros que bordea el río es una inmensa tribuna con varios miradores desde donde se obtienen vistas panorámicas de casi todos los saltos situados al frente, del lado argentino. Al final del recorrido una pasarela se adentra por encima del río para poder ver la Garganta del Diablo y, muy probablemente, disfrutar de una fina lluvia.

En el lugar, un ascensor panorámico lleva a los visitantes a la zona de restaurantes y la parada de ómnibus para regresar.

Experiencia albiceleste

El acceso al parque se encuentra a 17 kilómetros de Puerto Iguazú, Misiones. Con un terreno más irregular que el de su vecino, el lado argentino ofrece una intrincada red de pasarelas dividida en tres circuitos: el inferior, el superior y la Garganta del Diablo.

El circuito inferior es un recorrido de 1.750 metros entre la espesa selva y permite contemplar de cerca la parte baja de los saltos Dos Hermanas, Chico, Bossetti y Núñez, entre otros.

Pasarelas. Los senderos sobre el río Iguazú del lado argentino permiten visitar casi todos los saltos. (Gentileza: Mario Rodriguez)
Pasarelas. Los senderos sobre el río Iguazú del lado argentino permiten visitar casi todos los saltos. (Gentileza: Mario Rodriguez)

El circuito superior, de unos 1.700 metros, ofrece vistas panorámicas de las cataratas pero -fundamentalmente- permite observar como, por debajo de las pasarelas que se elevan sobre el cauce, el manso río Iguazú de pronto se desploma en torrentes que forman los saltos Dos Hermanas, Salto Chico, Bossetti, Adán y Eva, Bernabé Mendez, Mbiguá y San Martín.

El tercer circuito llega hasta el principal atractivo del Parque Nacional Iguazú, la Garganta del Diablo. Para acceder a este impresionante salto con forma de herradura hay que tomar el tren ecológico que tarda unos 20 minutos en llegar hasta la estación Garganta, luego hay que recorrer unos 1.100 metros por las pasarelas que terminan en un gran mirador. Allí, la “pelea” es por acceder a las barandas para lograr la mejor selfie o acordarse y mirar incrédulo el espectáculo porque no hay palabras, fotos ni videos que puedan reflejarlo. Arcoiris, bruma, estruendo, lluvia y cientos de vencejos que entran y salen de los torrentes completan un cuadro inolvidable.

De abajo

Desde el lado argentino se puede hacer la excursión La Gran Aventura, la experiencia más vívida que se puede tener en el parque. A bordo de gomones los visitantes, con chalecos salvavidas y bolsas impermeables, recorren el río Iguazú hasta acercarse a la base de los saltos San Martín y Los tres Mosqueteros. Allí, el capitán de la embarcación autoriza un momento para las fotos para después guardar en las bolsas todo lo que se quiere mantener seco, para acercarse lo suficiente a las cataratas y empaparse por completo.

No todo es agua

El clima húmedo subtropical de la zona hace que prospere la vida silvestre que ofrece una gran biodiversidad. La selva con sus enredaderas y lianas forma una maraña verde que cubre desde el suelo hasta la copa de los árboles más altos. Entre las especies típicas está el Palo Rosa, que supera los 40 metros de altura; el palmito, una especie de palmera; además del ceibo, el laurel, el guatambú y muchas otras.

No todo es agua. (Gentileza: Mario Rodriguez)
No todo es agua. (Gentileza: Mario Rodriguez)

La fauna tampoco conoce de fronteras y en ambas márgenes del río pueden verse coatíes y monos caí, siempre atentos al descuido de los visitantes para robar sus meriendas. De las 400 especies de aves, los tucanes, las urracas y los vencejos son los más fáciles de ver, además de una gran variedad de mariposas. Desde las pasarelas sobre el río pueden divisarse yacarés, tortugas y peces. Viven en los parques también más de 80 clases de mamíferos, entre ellos, la figurita difícil: el yaguareté.

Pitazo final

Las cataratas del Iguazú que, salvo en el fútbol (o soccer como le dicen ahora), unen a dos naciones, pueden ser visitadas sin respetar un orden. Del lado brasileño, las panorámicas son tan amplias que con un solo vistazo pueden verse varios saltos a la vez. Del lado argentino, los torrentes aparecen de a uno por los huecos de la selva o por las pasarelas elevadas que llevan hasta las mismas caídas. Volviendo al fútbol es como ver el partido desde la platea o al borde de la línea de cal. Cada perspectiva tiene lo suyo. Después Argentina tiene la Garganta del Diablo, ahí sí es goleada.

Garganta del Diablo, gol de Argentina. (Gentileza: Mario Rodriguez)
Garganta del Diablo, gol de Argentina. (Gentileza: Mario Rodriguez)

Datos útiles

Cuándo ir. De marzo a septiembre son los mejores meses para visitar Iguazú porque no hace tanto calor y, excepto semana santa y vacaciones de julio, no hay tanta gente.

Horarios. Parque Nacional do Iguaçu, en Brasil, abre todos los días de 9 a 16 horas. El Parque Nacional Iguazú, en Argentina, abre todos los días de 8 a 18 horas.

Precios. El ingreso al parque en Brasil tiene un costo de 75 reales (unos 5.350 pesos). La entrada al parque en Argentina cuesta 2.500 pesos (de 6 a 16 años 1.500 pesos) y el segundo día consecutivo de la visita al parque argentino tiene un descuento del 50 por ciento.

Más info. www.cataratasdoiguacu.com.br; www.argentina.gob.ar/parquesnacionales/iguazu.

Experiencias in-parque

Invitado por Booking.com, Voy de Viaje se alojó en los únicos hoteles que están dentro de cada parque, el Belmond Hotel Das Cataratas, en Brasil, y el Gran Meliá Iguazú, recientemente elegido como el mejor hotel de Argentina. Además de las instalaciones y servicios de lujo, propios de los cinco estrellas, la plataforma digital los eligió por el compromiso ambiental para lanzar su sello de viajes sustentables.

Exclusivo. El Hotel Gran Meliá es el único que se encuentra dentro del parque y fue elegido el mejor de Argentina. (Gentileza: Mario Rodriguez)
Exclusivo. El Hotel Gran Meliá es el único que se encuentra dentro del parque y fue elegido el mejor de Argentina. (Gentileza: Mario Rodriguez)

La vista de los saltos desde las habitaciones, la selva que se pega a los balcones y obliga a mantener los grandes ventanales cerrados para evitar que algún travieso invasor de cola larga se robe lo que encuentre a su paso y tener acceso a las cataratas en soledad a cualquier hora como si fuera el dueño, son algunas de las experiencias que hace que alojarse dentro de los parques valga la pena.

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