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El Uritorco, una aventura de un día

Agradecer. Una cruz recibe ofrendas de los visitantes. Al fondo se distinguen Capilla del Monte y el dique El Cajón. (Florencia Vigilante)
Agradecer. Una cruz recibe ofrendas de los visitantes. Al fondo se distinguen Capilla del Monte y el dique El Cajón. (Florencia Vigilante)

No hay que alejarse mucho de Córdoba para sumergirse en un escenario natural de alto impacto. El cerro Uritorco, a unos 100 kilómetros de la capital, lo demuestra.

–Abuelo, ¿en algún momento pensaste que no podías?

–No, siempre supe que iba a llegar hasta acá.

El diálogo debe leerse con tonada porteña. Transcurre en la cima del Uritorco, a 1.979 metros de altura, entre un hombre de unos 60 años que hace chistes todo el tiempo y su nieto, de unos 20, que no para de atarse y soltarse el pelo para la foto.

La travesía empieza unas horas antes, al pie del cerro, después de llenar una declaración jurada y de pagar $ 300. El tiempo de ascenso y de ascenso depende del ritmo de cada uno. Subir lleva entre dos horas y media y cuatro horas; y bajar, entre dos y tres.

Hay seis descansos a lo largo del recorrido, bien señalizados con carteles que indican la altura; las distancias hacia la próxima parada, la cima y la base; y el tiempo estimado en hacer todos esos trayectos.

Los senderos en general están bien marcados. En algunos sectores, el camino se bifurca: la opción más simple (y por lo general la más larga) siempre es la más transitada. En la mayoría de los casos no es difícil darse cuenta, ya que una de las sendas está más abierta, tiene menos piedras o es menos empinada que la otra. No hay que preocuparse: todas conducen al mismo lugar.

Sabiduría china

Una pila de bastones espera a los aventureros a poco de comenzar el recorrido: es clave tomar uno. Dicen los que ya alcanzaron otras cimas que la mejor forma de ascender es siguiendo un proverbio chino que invita a “subir la montaña como viejo para llegar como joven”. “Como viejo” podría traducirse como “lentamente y con prudencia”. Hacer pasos cortos ayuda a que uno se canse menos, mantenga un ritmo constante y haga pocas paradas. Y es mejor saberlo antes de empezar.

En los primeros tramos, por momentos se camina bajo la sombra de los árboles, aparecen helechos en las “paredes” de tierra y piedra y las raíces toman algunas partes del sendero. La buena noticia es que no hay que avanzar mucho para empezar a disfrutar de las vistas.

Pero antes de seguir, dos consejos. El primero: mantenerse hidratado permanentemente es un acierto. El segundo: si bien las postales que ofrece el recorrido son increíbles, no hay que dejar de prestar atención al camino, que en varios trayectos está cubierto de piedras y en ciertos sectores, de barro.

Lagunas y pastizales

A medida que se gana altura, el paisaje se transforma. Se nota sobre todo a partir de la cuarta parada, cuando los árboles comienzan a ceder terreno a plantas bajas y, más arriba, a pastizales que recuerdan a los que acaricia el gladiador al reencontrarse con su familia después de morir.

Antes de llegar al quinto descanso hay una lagunita de agua helada, y después de “trepar” por unas piedras se accede al refugio que está emplazado en esta parada, el Valle de los Espíritus. Aquí, personal del Complejo Cerro Uritorco controla el tiempo que le llevó a cada caminante llegar hasta este punto, y en función de eso permite o no seguir hacia la cima. ¿Cómo lo controlan? Con el papel que le otorgan a cada visitante al pie del cerro, en el que se registra la hora de ingreso.

Cerca del cielo

La parte más complicada comienza después del sexto descanso: el sendero es más empinado y el cansancio se empieza a sentir, pero hay que hacer un último esfuerzo para alcanzar los 1.979 metros de altura. Ayuda el aliento de los que están volviendo, que aseguran que falta poco cada vez que uno los cruza en el camino.

En la cumbre hay paz y pájaros. De un lado se ven montañas que parecen cubiertas de terciopelo, y del otro se distinguen Capilla del Monte y el dique El Cajón. Una cruz recibe las ofrendas que le dejan los visitantes para agradecer el haber llegado hasta la cima. La mayoría son cintas y rosarios de colores, pero también hay gomitas de pelo, llaves, una ficha de dominó y un ciervito de plástico.

Comer con el sol en la cara mirando cómo planean los cóndores es un placer. A las 15 hay que iniciar el descenso. El dolor de piernas durará unos días. La satisfacción por haber subido, un par más.

"Subí al Uritorco para estar conmigo misma y lo logré. Fue un placentero desafío rodeado de hermosos paisajes. Lamento no haber ido antes. Súper recomendable". Florencia Muscarello (30), empleada bancaria, de Córdoba.